No encuentro mi cara en el espejo

La acción de esta valiosa novela se desarrolla en un pueblo minero de Asturias, durante los años treinta. Los ecos de la Guerra Civil no llegan a ese apartado rincón hasta bien mediada la novela. Hasta entonces, la trama se ocupa de las vicisitudes pasadas y presentes de un amplio abanico de habitantes de esa aldea. La guerra es imaginada por un personaje como "una fábrica de rencores, una sucesión de tiempos huérfanos o perdidos"; otro piensa que "esta guerra contra la legalidad nos conducirá sin duda hacia el dolor, la separación y la muerte"; un tercero, miembro activo de la sublevación, "sentía, a la vez, el júbilo de saberse útil para la causa de las ideas en las que ciegamente creía y el espanto de comprobar que esa utilidad pasaba por acabar con las vidas humanas"; sobre el origen del conflicto, el maestro del pueblo explica a su mujer que "viene de la intransigencia de unos y la desesperación de otros, de la ambición, de la codicia, de la falta de escrúpulos, de la necesidad que tienen los fuertes de sentirse aún más fuertes a costa de los débiles". Finalmente, para el narrador omnisciente "ahora andaba el mundo enredado en una guerra y los hombres habían bajado a los valles a resolver y en el pueblo se habían quedado sin futuro, porque las minas estaban cerradas, los animales deambulaban asustados por los caminos del puerto, la floresta contenía la respiración y un escalofrío recorría a veces la memorias de los que se habían quedado». Con el frente de Asturias conquistado por los sublevados, la acción se encamina a su final y cada personaje tendrá que acomodarse a una vida diferente. La novela está escrita con gran originalidad y un preciosismo estilístico notable.

(Resumen extraído de AMESDE. Repertorio bibliográfico 2014).