Resumen
En torno a 2006, Graciano Custodio Álvarez, septuagenario, interpela en las calles de León a otro anciano, Germán Canseco, al que acusa de haber sido uno de los falangistas que asesinaron a su padre, Ángel Custodio Guerra, en Carrocera, en julio de 1936. Es testigo de este encuentro Jose Pestaña, hijo de Canseco y profesor de Historia en la Universidad de León, especializado precisamente en la guerra civil y miembro de una asociación de memoria histórica. A partir de ese momento, Pestaña tratará de esclarecer lo sucedido en Carrocera en 1936: el grado de participación de su padre, antiguo falangista, en el asesinato de Ángel Custodio, la identidad del ejecutor y, sobre todo, la localización del cuerpo del asesinado. Durante su peliaguda investigación (escrita en primera persona y en la que se entreveran los pensamientos, también en primera persona, del resto de personajes), Pestaña tendrá que lidiar con varias dificultades que se derivan de ella. En primer lugar, la tensión que provoca la herencia del pasado en sí mismo, reputado historiador e intelectual de izquierdas (que asumió el apellido Pestaña en honor a Ángel Pestaña, un célebre anarcosindicalista que se presenta como familiar lejano suyo en la novela), en su familia, socioeconómicamente poderosa y de ideología conservadora, y en la relación con su padre, empresario de éxito (en buena medida gracias a las expropiaciones a los republicanos) y líder de Fuerza Nueva en León durante la transición, y que se resiste a reconocer los hechos. En segundo lugar, Pestaña deberá afrontar las reacciones que despierta el caso en su departamento universitario, ya que sus compañeros, especialmente Mariví, y en menor medida José Antonio, también dedicados a la memoria histórica y envidiosos de la reputación de Pestaña como historiador, ven en el caso de Graciano y en la implicación de Canseco, que llega también a sus oídos, una buena oportunidad para exhibir su superioridad moral frente a Pestaña e impulsar mediáticamente sus carreras, aun a costa de la reputación de su compañero. Y, sobre todo, Pestaña deberá lidiar con la reparación que merece la familia Custodio, al que torpemente Pestaña le había ocultado su parentesco con Germán Canseco y que morirá, igual que su madre, antes de poder averiguar el paradero del cuerpo de su padre. La trama, por lo demás, corre en paralelo con las reflexiones de Pestaña (y de muchos otros personajes) sobre el pasado, la guerra civil y el ejercicio de la memoria histórica.