Resumen
Perros que ladran en el sótano retrata las secuelas de la Guerra Civil española a través de la trasmisión generacional de la familia Rodiles. Emilio, el padre de Anselmo, representa los valores patriarcales autoritarios. El personaje, partidario del levantamiento militar, se traslada a Marruecos junto a su familia, donde trabaja como zapatero ortopédico y empresario. La herencia que transfiere a sus hijos tiene que ver con el dolor, la crueldad y el desamparo. La noticia sobre su convalecencia en el Hospital Doce de Octubre de Madrid es el suceso con el que se abre el relato. Llega a partir de la llamada de Consuelo, la vecina de Emilio, a Anselmo, el hijo y protagonista de la historia. A partir de esta noticia fundacional de la acción Anselmo rememora su pasado. El texto se vale de una narración en tercera persona omnisciente, que selecciona un tiempo no lineal para trasmitirnos los hechos, con saltos entre el pasado y el presente, situado en 2003. Anselmo se presenta envejecido, trabajando en el aparcamiento "Garaje Arapiles", un espacio que evidencia su aislamiento y soledad.
La acción se construye en base a sus recuerdos, dejando en evidencia la complejidad de un personaje que ha luchado durante décadas por encontrar su identidad. Su racconto se inicia con la niñez y primera juventud en Tánger y Tetuán (Marruecos), durante el periodo del protectorado español. Esta etapa está marcada por la sombra paterna, por el descubrimiento de la relación clandestina entre su madre y su tío Juan y por el despertar sexual con un joven marroquí, Abdellah, hijo de la criada de la familia. La iniciación sexual se presenta traumática, en una edad muy temprana, en el límite de la niñez y la adolescencia, y por medio de un acto sexual violento. Estos años están marcados también por el suicidio de la hermana, Margot, que se arroja al mar luego de ser abandonada por su amante estando embarazada. La joven es enterrada en Tetúan. A partir de la tragedia la madre queda atrapada en el duelo y se trasladan los dos, madre e hijo, a la casa de la tía Mavi, en Málaga.
Se representa a partir de la familia la vida en el Marruecos colonial. Las noticias de la España franquista llegan de oídas, a través de cartas o por las conversaciones de Emilio con “los áscaris que habían hecho la guerra de Franco”, también por las voces que murmuran en “El Colonial y los cafetines de la plaza España”.
A partir de los 18 años, ya en los 60, Anselmo sobrevive en la España franquista, en la que debe vivir bajo las prohibiciones y censuras del régimen. Da los primeros pasos como bailarín y se suma a diferentes compañías, lo que le permite moverse por diferentes espacios de España. Con la compañía de Carmen Moré, incluso recorre Europa. Mientras se encuentra en una de sus giras, en 1975, muere la madre, sumida en una depresión que no había logrado superar luego de la pérdida de la hija. Anselmo no llega a despedirse. En ese mismo año, que coincide con la muerte del dictador, Anselmo se incorpora a la Compañía de Variedades Lucio Aguirre y Miss Delia, en Barcelona. Ya tiene por esa época 33 años. Esta etapa marca el comienzo del fin, es decir, el inicio de su decadencia. “Todos los miembros de la troupe, del primero al último, parecían huir del pasado o de sí mismos, igual que él, y casi ninguno respondía por su verdadero nombre”, nos dice la novela. De modo que el espacio es un compendio de personajes desorientados, en busca de su identidad en una sociedad que se abría a los cambios de la Transición pero que estaba atravesada por los traumas de la represión y la violencia, por el oscurantismo moral, cultural y científico de casi 40 años de dictadura. La compañía estaba compuesta por “Doce bufones y un antiguo legionario (…) Los trece apóstoles de la tragicomedia. Trece prófugos de la vida que recorrían de punta a cabo el secarral de la patria. Trece hijos de una misma madrastra vagando sin rumbo sobre la tierra aturdida y todavía sucia de sangre”.
La narración pone su foco, igualmente, en cuestiones que atañen al género. Por un lado, se representa el sometimiento de las mujeres y la violencia machista, a partir de los personajes de Elvira, madre de Anselmo, que no logra librarse de un matrimonio opresivo. También la hermana, Margot, es víctima del control familiar y de la violencia patriarcal. Su trágico suicidio es consecuencia de la represión y el miedo al que había sido sometida. Por otro lado, aparece la lucha por una identidad sexual por fuera de la imposición moral del momento. A pesar de la censura, Anselmo vive su homosexualidad, primero en Marruecos y luego en la España franquista. En su última etapa acaba travestido, actuando bajo el nombre de la hermana muerta, Margot.
Para finalizar, y a modo de resumen, estructuralmente la novela se compone de dos partes de 17 y 27 capítulos cortos respectivamente. Temáticamente se distinguen tres partes: los capítulos de presentación, que parten del presente de Anselmo, donde el detonante narrativo es la llamada telefónica que recibe sobre la caída de su padre, evento del que se desprende el proceso de rememoración que da lugar al relato. Una segunda parte en la que por medio de diferentes analépsis Anselmo recuerda su infancia en Marruecos donde se moldea su personalidad retraída y fragmentada, marcada por la figura opresiva de Emilio. La relación con la madre y la hermana son evocadas desde el amor y la ternura, incluso con espacios de juego y felicidad, como el teatro que, a escondidas del padre, improvisaban en la niñez. Prosigue la juventud en la España franquista y su paso por la troupe de variedades en los años 70. En el desenlace Anselmo debe enfrentarse a la muerte del padre, reflexionar sobre sus traumas y decisiones. Hay un intento de aproximación a la reconciliación con la propia historia, aunque el personaje continúa atrapado en sus recuerdos y conflictos internos. Hacia el final, cuando visita a la tía Mavi, la única que ha sobrevivido a la familia, para buscar respuestas, ella le dice la frase con la que se acabará la narración y que representa la lucha de muchas generaciones marcadas por la guerra: “Yo no perdono ni quiero olvidar”