Resumen
El niño republicano abarca gran parte de la realidad política, cultural y artística de España en el siglo XX, con especial énfasis en la alusión a personalidades muy representativas, incluso, en muchos casos, célebres. Todo ello está mediado por la mirada de un sagaz escritor y periodista que reconfigura y transpone su propia experiencia, tomando como disparador la infancia, con la proclamación de la Segunda República. La técnica se apoya en un manejo del tiempo que implica rupturas del orden cronológico al alternar pasado y presente. Un escenario de consideración central es Madrid, con detenimiento en alguna calle y algunos barrios, pero la narración también incursiona en otros lugares, como Valencia. El juego con la perspectiva de tiempos y espacios torna importante ese mecanismo que supone asomarse, siendo este un concepto muy potente en este ejercicio de rememoración. Varios de los apartados que estructuran el libro llevan el término ventana: La primera ventana I, La primera ventana II, La segunda ventana I, La primera ventana III, Ventana cero, La ventana de Valencia, Ventana a la muerte. Se trata de un relato memorialístico que, junto con algunas dosis de nostalgia, presenta un saber de primera mano y, en gran medida, enciclopédico, que campea sobre personajes históricos que van desde el Fernando Fernán Gómez que Eduardo Haro Tecglen conoció de niño, hasta Carlos Gardel, pasando por Ramón J. Sender. La narración comprende años de despertares e iniciación en torno, por ejemplo, al erotismo, el cine, la lectura y la educación política. El recorrido por la historia familiar tiene su sitio en El niño republicano y el interés de esta práctica autorreferencial tiene su correlato en el contacto con momentos y avatares de la historia reciente de España que Haro Tecglen compendia en forma de deliberadamente desordenada crónica literaria que, en varias características, como la brevedad y la contundencia irónica de muchos de sus apartados, se vale de la destreza periodística.