Resumen
Ernesto, un profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid, se encuentra inmerso en una investigación sobre la Guerra Civil Española y la reestructuración del Partido Comunista de España en la clandestinidad durante la inmediata posguerra. En los avatares de su investigación a través de los archivos militares, abiertos al amparo de la Ley de Memoria Histórica, Ernesto descubre la historia de José Rico y, a partir de ese momento, se obsesiona con su figura y con el acontecimiento que podría haber cambiado el curso de la historia en España. Su investigación tiene además un componente de reivindicación del cometido de la historiografía española, muchas veces opacada por la historiografía británica y por determinados hispanistas que han gozado de la atención mediática negada a colegas con mayor rigor profesional.
En efecto, José Rico fue un cabo leal a la República originario de Monleras, Salamanca, pero de servicio militar en Ceuta. En el momento en que se enteró del golpe militar de julio de 1936 perpetrado por algunos militares, Rico planeó junto a otros compañeros el asesinato de Francisco Franco. Sin poder llevar a cabo el atentado, fue delatado por un amigo, oriundo del mismo pueblo salmantino, encarcelado y sentenciado a muerte por el ejército rebelde, de manera que su historia quedó oculta en medio de la represión generalizada de la retaguardia y la posterior posguerra.
A medida que profundiza en esta historia, a través de expedientes, sentencias y documentos de todo tipo, Ernesto se siente cada vez más atraído hacia el cabo Rico, hasta el punto de verse a sí mismo como el único capaz de devolverle a la memoria pública el lugar que se merece .
A lo largo de la novela, Ernesto cruza una línea ética de la profesión al sustraer documentos oficiales de los archivos militares. Impulsado por su deseo de completar su investigación, roba el diario de José Rico, en el que revela detalles del complot para asesinar a Franco. Este acto de hurto le despierta sentimientos de culpa, a pesar de que su colega de departamento, Andrés, lo tranquiliza instándole a devolver los documentos una vez haya concluido su investigación. Con ello, Ernesto sigue adelante, creyendo que su misión justifica sus acciones y que la memoria histórica de estos eventos olvidados merece ser rescatada.
Tras rastrear todo tipo de información en los archivos, Ernesto decide indagar si la familia de José Rico todavía vive, o si tiene algún tipo de descendencia o vínculo que lo ayude a completar su investigación. Para ello, Ernesto viaja a Monleras, donde conoce la existencia del hermano de José Rico, Antonio Rico, y de ahí a Roelos de Sayago. A través de los vecinos del pueblo, Ernesto logra contactar Antonio Rico. Esta visita le permite al historiador reconstruir la historia desde un ángulo personal, puesto que Antonio cuenta cómo era su hermano José con él, cómo lo cuidaba de pequeño, cómo llegó al pueblo la noticia de su ejecución por haberse mantenido leal a la República y cómo la familia vivió durante el franquismo con el estigma de haber sido rojos y traidores a la España del nuevo régimen. Relata, además, cómo intentó reconstruir su historia en 1985, una vez Felipe González alcanzó la Presidencia del Gobierno, y le hicieron llegar una serie de documentos; sin embargo, no conoce nada de las investigaciones de Ernesto a propósito del intento de asesinato de Franco que planteó su hermano en julio del 36. Mientras en el diálogo entre ambos se va recomponiendo la historia de José Rico, su hermano, Antonio, expresa el orgullo familiar que siempre sintieron por el hermano asesinado.
La novela se cierra con el viaje de regreso de Ernesto y la llamada telefónica que realiza a Andrés. En ella, le cuenta el encuentro con Antonio Rico y le informa, para escándalo de su compañero, de que le ha entregado el diario personal de José Rico. Además, le anuncia que la historia del cabo Rico la van a escribir entre los dos, Ernesto y Andrés, en un acto que trasciende lo historiográfico para realizar un acto de justicia, “la justicia de la Historia, para que ésta no sirva sólo para instruir y formar a nuestros alumnos, sino para pagar la deuda de la memoria que tenemos con quienes perdieron la guerra”.