Resumen
Este breve relato, lleno de imágenes, desgrana temas fundamentales de la historiografía de la Guerra Civil. Podría decirse que el núcleo de la narración es, precisamente, el tema de la desmemoria o el de la farsa historiográfica. «Olvidemos la destrucción, y el sufrimiento (...) No toquéis los ladrillos rotos, ni las cenizas calientes, ni esta sangre pegajosa» (92). Como han demostrado varios historiadores, en el caso del bombardeo de Durango (en tanto que fue una de las fases previas del experimento militar de Gernika), la desmemoria se ha mantenido durante cuarenta años. Cuarenta años de franquismo que dieron lugar a otros cuarenta años de reduccionismo. «No escuches (...) ninguna parte de la radio ganadora (...) Haz oídos sordos (...) No te asustes por las alarmantes señales que te rodean y que (están) dentro de ti, porque has olvidado las palabras (...) Olvidemos esta gran tragedia» (92). De ahí la vigencia y la actualidad del relato, expresada tanto a nivel temático como formal. El autor narra el bombardeo de Durango en tiempo verbal del presente y en boca de un testigo ocular, contemporáneo a los hechos. Además, a través del empleo del pronombre de la primera persona del plural, nos transporta directamente al momento y al escenario histórico en el que el pueblo ardía destrozado. Es más, si no fuera por el título (Durango 1937) y por algunos datos concretos relacionados con la historia del País Vasco, el relato podría leerse como universal. De hecho contiene los motivos clásicos de la representación universal de la víctima inocente: la mujer y el/la niño/a. En este caso, destaca el motivo del/a huérfano/a: «(...) las manos sueltas de un/a niño/a por las ruinosas escaleras, buscando a su madre (...)» (92). Además, cabe destacar la fotografía que ilustra el relato, ya que se trata de un documento histórico contemporáneo a los hechos, extraído del archivo histórico de Durango. En ella se puede ver parte de un cuerpo recuperado de los escombros y colocado en frente de la iglesia de San Jose. Como es sabido, apenas terminó el bombardeo, comenzaron a recoger los restos identificables de las víctimas y a colocarlos en las iglesias y en el cementerio para que pudieran ser reconocidos por sus familias y amigos/as.