Resumen
La primera parte de Senza sangue se abre con la llegada de cuatro hombres armados que cercan la vieja granja de Mato Rujo y obligan al doctor Manuel Roca a entregarse. Roca ya divisa el Mercedes acercarse, por lo que logra prevenir y poner a salvo a sus hijos. Tras ráfagas de balas y sangre, la matanza se consuma cuando el Gurre dispara al hijo y al propio Roca por tercera vez. Solo falta atrapar a la niña, Nina, que sobrevive gracias al silencio que guarda Tito tras descubrirla al levantar la trampilla bajo la que permanecía acurrucada, y tras escapar por sus propios medios de la granja incendiada. A partir de entonces la protagonista pasará por distintas manos, desde el farmacéutico Ricardo Uribe, quien la bautizará como Dulce, hombre que parece estar implicado en los experimentos médicos de su padre y que llegará a abusar sexualmente de Nina, hasta el conde de Torrelavid, quien la llamará doña Sol y con el que se casará al cumplir catorce años, de cuya unión nacerán sus tres hijos. Tras la muerte del conde, escapará de las rejas del sanatorio de Santander. Esta vida traumática se reconstruirá en la conversación mantenida entre Tito (Pedro Cantos) y Nina en la segunda parte de la novela, en la que verdugo y víctima se reencuentran después de cincuenta años. Nina emprende la búsqueda del último asesino vivo de su padre hasta dar con un viejo vendedor de lotería, en cuyas miradas ambos se reconocen. Entre lágrimas, aflora el amor de lo que fue solo guerra y dolor.
La novela de Baricco, que podría ambientarse en cualquier país marcado por una guerra civil, trata de una historia de venganza y de perdón, en la que el lector bucea en la complejidad de las emociones humanas, comprobando que el odio de la primera parte, frente a lo que esperaría según su horizonte de expectativas, se transforma, gracias a Nina, en su contrario. El amor es quien detiene la hemorragia sostenida desde años atrás, cicatrizando la herida abierta por una guerra interior interminable. El lector explora los entresijos de los instintos más oscuros del ser humano gracias a un narrador que, pese a ser externo y narrar en pasado, cede la voz a los personajes en múltiples ocasiones, para ser entonces capaz de ver y sentir a través de su mirada.